[26 de marzo de 2015] Las evaluaciones de la calidad tienen básicamente dos funciones: monitorear el sistema educativo (o los sistemas provinciales) y/o monitorear a las escuelas. Son dos funciones muy distintas. La primera poco aporta a esta altura, pero no debe abandonarse: es importante saber el estado general de los aprendizajes por provincias y tipos de escuelas. Pero la segunda función es mucho más relevante.
Se han dado pasos adelante: existe una evaluación censal para los alumnos del último año de la secundaria. Se creó el IMESA, un índice similar al IDEB de Brasil, que mide calidad e inclusión. Se devolvieron los resultados con informes bien elaborados a cada escuela.
Pero no es suficiente. Debería haber una política mucho más consistente de evaluación de todas las escuelas del país, también del nivel primario. El objetivo de este sistema debería ser la devolución con criterios pedagógicos de los resultados con planes de trabajo que generen incentivos concretos a la mejora. No rankings ni presión negativa, sino instrumentos que midan integralmente lo que pasa en cada escuela y un dispositivo sistémico de ayuda a cada una de ellas en sus necesidades, aprovechando el aprendizaje de las escuelas que logran mejores resultados.
*Nota publicada el 26/03/15 en el Diario Clarín por Axel Rivas.