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Una nueva misión para la docencia *

[23 de noviembre de 2014] Los buenos docentes son determinantes para el futuro del país. Los sistemas educativos que logran una educación de calidad con inclusión apostaron a fortalecer a los docentes como el principal motor de la mejora.

Durante los últimos veinte años se implementaron diversas políticas para fortalecer la docencia. En los 90 se revisaron los programas de la formación inicial, se exigió la acreditación de las instituciones formadoras y se desarrollaron diversas líneas de capacitación. En la década de 2000 se aumentó el salario un 38% entre 2004 y 2008, se prolongó la formación inicial a cuatro años, se revisaron los programas de formación de los niveles inicial y primario y se creó el Instituto Nacional de Formación Docente.

Pero es necesaria una apuesta mayor, que ubique a la docencia en un lugar central. Construir cimientos sólidos desde la formación inicial es una primera condición irreemplazable. Hoy el sistema formador tiene 1.300 institutos superiores y 65 universidades. Existen 31,7 instituciones de formación por cada millón de habitantes, mientras que en Chile y México la cifra equivale a cuatro y en Colombia, a 2,3. La gran cantidad de instituciones atenta contra la calidad de la formación.

Hasta tanto se logre avanzar con este desafío crucial de compleja resolución, una segunda vía para apoyar a los docentes en ejercicio radica en cuatro dispositivos históricos. Los supervisores, que ocuparon siempre un rol importante en el acompañamiento pedagógico de los docentes, hoy realizan un seguimiento meramente burocrático de las escuelas. Los materiales didácticos siguen siendo fundamentales para la enseñanza, pero las políticas de distribución gratuita de libros carecen de la institucionalidad necesaria y los nuevos recursos que suponen las TIC son aún escasamente utilizados.

La capacitación, realizada en cursos individuales y cortos sobre temas específicos, es impotente para afectar las prácticas de los equipos docentes. Por último, la evaluación ocupa todavía un lugar secundario en la mejora de la enseñanza. Las pruebas estandarizadas no son comparables a través del tiempo, no se aplican siempre en todas las escuelas y no se traducen en devoluciones sistemáticas para las escuelas. Para fortalecer la docencia es indispensable redefinir y potenciar estos cuatro dispositivos.

Una tercera condición para fortalecer la docencia es conformar equipos sólidos en todas las escuelas. La atracción, la selección, la distribución, la retención y el ascenso de los docentes se realizan con reglas y procesos históricos naturalizados y poco planificados. Las consecuencias son preocupantes: en muchas provincias no hay suficientes docentes para cubrir los puestos vacantes, no se logra convocar candidatos apasionados por la enseñanza; no se constata si los docentes que ingresan al sistema tienen las competencias necesarias; no se logra atraer a los más comprometidos a las escuelas más complejas; la rotación de maestros y profesores en muchas escuelas es alta e impide armar equipos de trabajo, y los directores acceden a sus puestos sin la formación requerida.

Por último, prestigiar la docencia exige también ofrecer condiciones de trabajo dignas y estimulantes. Entre ellas, el salario docente ocupa un lugar central. Pese a la significativa recomposición reciente, la inestabilidad macroeconómica, la inflación y los desiguales recursos fiscales de las provincias someten las remuneraciones de los docentes a profundas desigualdades y a una constante inestabilidad.
Estos son los enormes retos para prestigiar y fortalecer la docencia. Para abordarlos no alcanzará sólo con implementar ciertas medidas de política. Será también indispensable interpelar el compromiso y las concepciones de los maestros y profesores con una nueva misión para la docencia del siglo XXI. Sin un fuerte liderazgo de las máximas autoridades nacionales y provinciales será muy difícil lograr los complicados cambios en juego. Necesitamos políticos apasionados por la educación, que en cada discurso transmitan a la sociedad la importancia de los docentes para el futuro del país y que confíen en procesos que muestran sus frutos en el mediano plazo.

 

 

*Nota publicada el 23/11/2014 en el Diario Perfil por Cecilia Veleda.

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